Depuis
son enfance, Vianney, que sa grand mère appelait souvent Julien à la place de son fils
disparu, cherchait à savoir comment il était mort. Il trouva une révélation
dans le film puis dans le livre de Jorge Semprun "le Grand Voyage".
Ses années de recueil de documentations ont permis d'alimenter la partie
historique des thèses sur cet auteur européen et différents articles
concernant des énigmes de la résistance qu'il a réussi à éclaircir.
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ALBUM JAMES (en français)
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Avant d'agir en Bourgogne,
Jorge SEMPRUN et
Michel
HERR du réseau Jean-Marie
étaient cachés à Lyon - Fourvière par la Famille
SOUTOU, impliquée dans la Résistance (Témoignage Chrétien,
et la revue Esprit) belle famille de l'écrivain
devenu ministre de la culture en Espagne. Faisaient partie du groupe de Lyon
- Fourvière
le RP de LUBAC devenu Cardinal, l'Abbé
GLASBERG qui avec Jean-Marie SOUTOU, devenu ambassadeur de France, ont fait évader
plus de 100 enfants juifs du camp de Vénissieux en 1942.
Ce que commèmore ENFIN la
Municipalité actuelle
de Vénissieux.
La famille PILLET campait chaque année à LARREY pendant les vacances d'été.
mme PILLET initiait Vianney à la lecture des caractères cyrilliques avant qu'il
ne suive des cours de russe à Lyon. Les enfants étaient élevés dans la philosophie
communiste.
CRÓNICAS COSMOPOLITAS
Una historia sencilla
Por Carlos Semprún Maura
Que mi cuñado haya muerto la noche del martes 9 al miércoles 10
de septiembre de un cáncer a los 91 años, desde luego, no es noticia.
Pero pienso que contar su vida puede tener cierto interés.
Jean-Marie Soutou, el marido de mi hermana Maribel, era electricista de profesión,
o más bien de origen. La primera vez que le vimos fue en Lequeitio en
1936 cuando nuestras veraniegas vacaciones fueron, si no interrumpidas, algo
trastornadas, debido al comienzo de la guerra civil. Un día, debió ser
en agosto, llegó a la casa que alquilábamos, la “casa del
puente”, un joven francés que quería hacer una entrevista
a nuestro padre, para la revista Esprit. Las razones eran sencillas: Soutou
formaba parte de los “equipos Esprit”, una asociación de
cristianos sociales que desarrollaban toda una serie de actividades, una de
las ellas la formación de sus miembros de origen modesto. Revista y
movimiento eran dirigidos por Emmanuel Mounier y nuestro padre, en la misma
onda del catolicismo social, conocía a Mounier, y había publicado
algo en Esprit.
Pues bien, ese día se presenta en la “casa del puente” un
joven francés de 23 años y a nosotros los peques (yo tenía
nueve) nos hace gracia. Primero por su gran pañuelo rojo en torno al
cuello, muy UHP, y sobre todo por su acento. Los niños son intolerantes.
Hablaba el español con soltura pero con acento, los franceses jamás
atrapan las erres y aún menos las jotas españolas. Esta fue la
impresión de los peques pero a mi padre le encantó ese joven
francés, proletario, católico, antifascista y además leído
y cuando fue nombrado encargado de Negocios de la República en La Haya,
le contrató como secretario particular. Mientras tanto, habíamos
huido de Lequeitio y en barco (¡qué noche tan maravillosa!), llegamos
a Bayona. Allí, los “equipos Esprit” se hicieron cargo de
la familia Semprún (el padre, la madrastra, siete hermanos y la chacha
Acacia), que fue acogida en un hotel de Stelle-Betharràm, poblacho vecino
a Pau y cuyo propietario era el hermano mayor de Jean-Marie Soutou.
A éste le recuerdo en aquel periodo como a un joven muy nervioso –o
enérgico– que conducía a toda velocidad un pequeño
coche –tal vez un “Juva-Quatre”. En La Haya, Jean-Marie,
por su inteligencia y cultura, impresionó a mis hermanos mayores y ¡no
hablemos de mis hermanas! Se casó con Maribel en Lyon en 1942 creo.
Participó activamente en la Resistencia, en el seno de una organización
legal, Jeune France, que desarrollaba cantidad de actividades ilegales contra
los nazis que ocupaban Francia. No se trataba de Resistencia armada, sino de
información –estaban en relaciones con el Intelligence Service
británico, cuya labor en la resistencia francesa fue fundamental, aunque
siempre ocultada por la propaganda oficial, gaullocomunista– y de ayuda
concreta, documentación falsa, escondites, etcétera, para los
perseguidos por los nazis o la policía de Vichy y muy concretamente
los judíos. Precisaré que a Lyon se la ha calificado en diversas
ocasiones de “capital de la Resistencia”.
Detenido en 1943, Jean-Marie se ve sometido a la tortura, con el suplicio
de la bañera por ejemplo. No “cantó”. A nosotros
nos ha contado que habiendo sido abandonado, entre dos palizas, en un despacho,
con una mecanógrafa, ésta murmuró: “No diga nada.
No saben nada”. Jean-Marie reaccionó bien porque, claro, podía
haber sido una trampa: dejarle solo con una mecanógrafa, que le susurra
algo así como: “Nosotros sabemos, pero ellos no”, podía
conducir a un detenido, agotado por los malos tratos, a soltar alguna imprudencia.
Por ello, Jean-Marie, respondió airadamente: “Pero ¿qué voy
a decir? ¡Si no sé nada! ¡Si soy totalmente inocente! ¡Esto
no tiene ni pies ni cabeza!” Luego nos contó que esa frasecita
de la mecanógrafa le dio el coraje para afrontar las siguientes torturas.
Le soltaron. Pero, poco tiempo después, un resistente “agente
doble”, que trabajaba en ya no recuerdo cuál de los servicios
oficiales de Vichy, le avisó que iban a detenerle de nuevo. “Y
esta vez es aún más grave, es la Gestapo”.
Jean-Marie y su esposa, mi hermana, huyeron a Suiza por la pista organizada
por su red de resistencia y que terminaba con una larga caminata a pie cruzando
las montañas. Maribel estaba encinta de Georges-Henri, el historiador,
que ha escrito entre otros el excelente libro: La Guerre de Cinquante Ans (sobre
la guerra fría). En Ginebra, debía de ser a finales de 1943,
Soutou pasa a formar parte de la delegación exterior del Gobierno provisional
del General de Gaulle cuya sede estaba en Argel. Y me imagino que entonces
y después de su experiencia en La Haya se le mete en el cuerpo el virus
de la diplomacia y en diplomático se convierte al terminar la guerra.
Pero como no tiene diplomas universitarios, ni siquiera el bachillerato –no
olvidemos que era electricista–, tiene que pasar un concurso especial,
planeado para gentes como él procedentes de la Resistencia pero sin
diplomas. Debían de ser bastantes porque no me imagino que se organizara
un tal concurso para un par de personas. Pasó, sin dificultades, dicho
concurso, y fue diplomático, hasta su jubilación.
De su brillante carrera no diré nada, sería demasiado largo,
salvo que debe de haber sido el único electricista que llegó a
embajador, y secretario general del Quay d´Orsay (cargo que despeñó antes,
mi admirado Saint-John Perse). Me interesa más señalar que Jean-Marie,
democristiano, siempre fue anticomunista y sus diferentes cargos en las embajadas
francesas, en Belgrado, Moscú, etcétera, no le hicieron cambiar
de opinión, más bien al revés. Aunque deba precisar que,
en nuestras conversaciones, yo que había sido comunista, y me había
convertido en anticomunista furibundo, consideraba que se hacía demasiadas
ilusiones en cuanto al reformismo de Kruchov, y sobre todo de Gorbachov. Yo
pensaba que esa gangrena no podía curarse con pomadas, que había
que cortar por lo sano. Y sigo convencido de que tenía razón,
incluso si no había previsto las modalidades de ese bienvenido descalabro,
como tantos que presumen ahora de haberlo previsto todo, y siguen marxistas.
Director de gabinete de Mendes-France, quien era tan anticomunista como él,
pese a la embustera leyenda de la izquierda unida jamás vencida (Mendes
fue el único Primer Ministro de izquierdas que se negó públicamente
a aceptar los votos comunistas en el Parlamento, ni León Blum, ni Guy
Mollet, se atrevieron a hacer lo mismo). Soutou se negó a desempeñar
el menor cargo considerado como “político” en la diplomacia
mientras de Gaulle estuvo en el poder (1958/1969). Le consideraba demasiado
antinorteamerciano, anti OTAN, anti europeo, y jugando un juego sucio y peligroso,
en relación con la URSS. Creo que jamás fue miembro de ningún
partido, pero su familia política fue, con sus diferentes siglas, la
de Jean Lecanuet, Giscard D´Estaing y, hoy, venida a menos, François
Bayrou. Y en el mismo sentido, también fue un entusiasta partidario
de Europa, entusiasmo que yo jamás compartí del todo. Pero, dicho
todo esto deprisa y corriendo, nunca perdió su espíritu crítico
incluso en relación con los “suyos” ni se oponía
sistemáticamente a todo lo que podía hacer la izquierda, en el
Gobierno, como en la oposición. Le oí mil veces declarar risueño: “Maribel
se enfada cuando digo que soy de izquierdas, pero es cierto que en muchos aspectos,
lo sigo siendo”.
Resumir en pocas líneas una vida tan llena de peripecias, y relativamente
larga, puede aparecer como una “traición”. Espero, sin embargo,
haber mostrado algo de mi amistad y de mi pena. No hablaré de su carácter
de bon vivant (cocinaba mucho mejor que Xavier Domingo, pongamos), ni de su
afición por la literatura, o la música, ni de mil cosas más
que dan salero a la vida. Terminaré, para seguir en la misma onda, refiriéndome
a nuestras últimas conversaciones políticas. No me extrañó su
postura muy crítica en relación con la política de Chirac
en la crisis iraquí, pero debo precisar que fue el único francés
que conozco capaz de indignarse de tal forma ante las incesantes manifestaciones
de la soberbia gala. “Pero, a fin de cuentas, ¡Francia está defendiendo
a la tiranía de Sadam!”, se indignaba recientemente. En nuestra última
conversación, telefónica ésta, pocos días antes
de su muerte (pero se negaba a hablar de su cáncer), comentando los
artículos que Jorge había publicado en El País sobre Francia –y
que Maribel, siempre tan fascinada por su hermanito, me había pedido
que les enviara–, mostró su desacuerdo absoluto con dichos artículos,
y me soltó su última broma, y efectivamente la última,
para siempre jamás: “Pero ¿cómo puede Jorge elogiar
de esa forma a de Villepin (ministro de Exteriores)? ¡si se parece a
una cupletista barriobajera!” Y dicho en español.
Espero no haberles dado demasiado la lata, con otra historia familiar, pero
pensé que éste tenía algo de ejemplar.
La Bourgogne a eu aussi ses jeunes Résistants, fusillés comme Guy MôQUET
Roger VEAUX qui avait 22 ans.
Raymond RAILLARD qui avait 19 ans